Thursday 18 November 2010

KAKA DE LUXE biografía por "El Zurdo"

KAKA DE LUXE

A primeros de octubre de 1977, el colectivo La Liviandad del Imperdible, dedicado a teorizar sobre punk y futurismo entre otras labores, se disuelve cuando estaba a punto de realizarse como grupo musical llevando a la práctica toda una serie de estupendas elucubraciones en las que se mezclaban desde Genesis y William Castle (¿visteis «Matineé»?: pues eso) en el campo escénico, al punk, el heavy metal o la música contemporánea en el musical. La ruptura se produjo con el primer boletín del colectivo aún en la imprenta. El motivo: la diferencia de criterios entre los miembros sobre si el tema «Pero que publico más tonto tengo» era Arte o una estupidez. Joseros y su novia France (ex-miembros de una publicación marginal llamada «Alucinio») tomaron la senda del Arte y el resto, Olvido «Alaska» (único amago de punky residente en España en aquel momento), Enrique Sierra «Sir Henry» (guitarrista heavy que venía de un grupo llamado Vibraciones) y Fernando Márquez «El Zurdo» enfilamos rutas más banales y speédicas, abandonando la trascendencia intelectualoide anterior (culpa mía en gran parte, lo reconozco -como ya se habrá sospechado-) para hacer pura y simplemente un grupo de punk.

¿Qué referencias teníamos sobre el particular?: Olvido, la que más. De su último viaje a Londres se había traído una singular mezcolanza donde brillaban restos de rock machaca (caso de AC/DC o UFO), muestras de surf minimal (Ramones) y alboreos de punk más o menos puro (Clash, Sex Pistols, Damned). Sin embargo, nuestra atención se centró al principio en un grupo femenino no demasiado innovador pero con una versión de Kim Fowley que cautivó a nuestra dama. Este grupo eran las Runaways y el tema «Born to be bad», cuyo texto habla de una chica que se va de casa y da un disgusto a sus padres porque «nació para ser mala».

Olvido se compró una guitarra eléctrica en forma de flecha y, unida a la de Enrique, metía bastante caña en los tres días siguientes a la escisión cuando iniciamos nuestros ensayos en casa de éste último. Mientras, yo me quedaba afónico intentando poner voz de Ramoncín. En aquellos momentos, nuestro repertorio, aún como La Liviandad..., consistía en «La tentación» (un tema de Olvido con influencias de Masoch y Ramones), el controvertido «Pero que público más tonto tengo» (tema mío que ganó bastante con el arreglo a lo WHO que le hizo nuestro guitarra solista) y varios intentos más bien fallidos de versionear el dichoso «Born to be bad» y el «Ponte las gafas» ramoncinesco.

A los tres días de la ruptura de La Liviandad..., una mañana dominical en el Rastro nos lanzamos Olvido y yo a la caza y captura de bajo y batería. Nos encontramos a los pestosos de siempre (algunos hoy reciclados y por ello no menos pestosos -de la cochambre indumentaria se ha pasado a la mucho más antiestética cochambre espiritual de la integración y la profesionalización, que acaba por hacer deseable la primera-) y nuestro desánimo era un poquitín gordo hasta que...

-¿No es ése Keith Richard?

-Perdona, no te oía... ¿Te has fijado en ese puesto?... VENDEN UN DlSCO DE LAS VAINICAS!!!

Los dos mirábamos al mismo sitio: una mantita cubierta de discos yeyés, revistas juveniles camp, material pre-punk, el mentado vinilo vainiqueño y, tras la mantita, un tipo menudo, con cara de Keith Richard y pelo ramoniano, vestido de cuero y lleno de chapas y, junto a él, otro individuo más largo, más tímido y nada punk, responsable de los toques retro y vainicosos del puesto. El primero respondía por Nacho, acababa de comprarse un bajo violín y quería formar un grupo. Su amigo, Carlos García Berlanga, había lanzado con un hijo de Vizcaíno Casas un fanzine llamado «Terry» dedicado al comic clásico y le gustaban las Vainicas, el grafismo y lo yeyé. Olvido me hizo una seña, yo le respondí con un guiño y...

-Bueno, ya sólo nos falta un batería.

La semana empezó, irónicamente, yendo a recoger el boletín de La Liviandad... y grapándolo en mi casa mientras hacíamos planes. Decidimos sacar un fanzine del nuevo grupo con una línea opuesta al que teníamos entre manos, o sea, mucho más banal y concreto, sólo música y cómix... «La Liviandad...» se vendería en el Rastro pero ninguno iba a hacer la menor promoción del cuadernito, que se nos hacía más y más ajeno: postura que hemos mantenido hasta la fecha.

Altemamos los ensayos en casa de Olvido y Enrique, aunque al poco ocupamos también la de Nacho. Carlos y yo desarrollábamos en esos momentos una labor de proyectistas de marketing, volcándonos en la imagen que debía tener el combo. Surgieron temas nuevos: «La alegría de vivir» (tema mío en plan yeyé) y «Como bolas de billar» (una cosa de Enrique y mía medio funky, medio jazz-rock, que no tuvo mucha aceptación a posteriori).

La casa de Nacho en Núñez de Balboa, con su monumental discoteca, nos motivaba bastante para crear, empezando lo que sería la primera entrega del fanzine del grupo, cuyo nombre aún estaba por ver. Se me encargó, conocida mi facilidad para tal cometido (así, PREMAMA -PREnsa MArginal MAdrileña- o LACOCHU -LAboratorios COlectivos CHUeca-), una lista de cien. Un miércoles, en la sala M&M, mientras actuaba Ramoncín, discutimos hasta dar con el adecuado: Kaka de Luxe, originalmente Shit de Luxe, hispanizado a instancias de Carlos, y con bastante acierto (uno de los primeros usos de la K antes de la inflación radikal -cuyos miembros todavía estaban con la teta y el sonajero-).

Ya había nombre, un mínimo repertorio y proyecto de publicación pero ni local ni batería. La formación vocal corría de mi cuenta, ya que Carlos se negaba en redondo a ponerse frente a un público. Esta formación se amplió aquella misma semana (muy densa, como puede apreciarse) con la incorporación de Manolo Campoamor, dibujante (curiosamente, también ex-miembro de «Alucinio» -por fortuna, con unas opiniones sobre los valores artísticos menos esclerosadas que sus antiguos colegas-), recién llegado de unas vacaciones por Suiza. Manolo, bisexual confeso, era el elemento perverso que unir a la punkytud de Olvido, el ramonismo de Nacho, el heavy de Enrique, el snobismo elegante de Carlos y mi imagen de excéntrico clon de Tip. Con Manolo, y eso lo saben muy bien todos ellos, llegó «el escándalo».

···

Escándalo y primeras actividades promocionales, con el lanzamiento del fanzine «Kaka de Luxe», unas fotos en «DiscoExpress» acornpañando una entrevista de casi una página con Ordovás más una propuesta de Mikel Barsa para presentarnos en público. Porque, a todo esto, de actuar nada: sin batería, ya me contarán. Conseguimos al fin un cubículo en el Nuevo Ateneo de Mantuano (más tarde llamado de La Prospe -ya saben, ese sitio al que los poderes llevan intentando tirar desde hace lustros y por ahora resiste-) y allí, con un batería de prestado, rnontamos en un par de días un repertorio para media hora de show: «La tentación» (cantada por Manolo: yo, por entonces, me negaba a cantar ambigüedades -no por homofobia sino por simple complejo de inferioridad: en mi visión idealizadamente viscontiniana de la cosa gay por entonces, si uno no reunía un mínimo de apostura física, mejor no dar mucho la nota, por prurito estético; en parte, sigo fiel a esta visión y las mariconas feas con vocación bufa me suelen producir bastante grima; claro que, si eres fea pero, como en el caso de Foucault, te compensa el carisma intelectual, la cosa cambia, al menos en épocas, no como la actual, en que un Arthur Miller, un Sartre o un Foucault puedan resultar sexys por su coco-; Manolo, con su aire entre Leonard Cohen y Paul Henreid, poseía apostura bastante para darle a lo ambiguo sin resultar risible), «Pero que público más tonto tengo», «La alegría de vivir», «Como bolas de billar», «Yo no quiero caminar contigo» (versión de un tema ramoniano), y dos temas de Enrique, cantados por Manolo, con títulos como «Huye de mi, te puedes contagiar (tengo en mi cuerpo música para enrollar)» y «Pondré 1000 voltios en tu lengua».

La presentación, con el batería prestado, fue en People, un pub de Argüelles. El sonido, atronador, traumó a los alcoholizados ejecutivos presentes (antes de nosotros habían actuado unos blueseros con acústicas y el inefable Mikel había hecho unos sorteos de no recuerdo qué a lo Gran Musical) y colmó de gozo a los cuatro punks que nos jalearon. Enrique lució un bello modelo espacial, Manolo inició su Lou look, Olvido salió con ropa de calle (su ropa de calle), Nacho igual, el batería pintado de negro (cada cual entiende el punk a su aire y, en su caso, ni flores) y yo engominado y en colores rojo y negro.

Resultado de esta presentación fue que «Interviu» nos hiciese una ídem en la que un sudaca nos acusó de «fasittaburguesse» y nosotros dijimos, un par de años antes de El Aviador Dro, que «nuclear, sí, por supuesto» (bueno, Nacho sugirió -viperino él y de ahí la acusación del conosureño- un SI, POR SUPUESTO de connotaciones más castrenses; más que nada para encabronar al entrevistador, quien, tras hacernos una andanada de preguntas atentatorias contra la dignidad, la inteligencia y el buen gusto -anticipadoras en dos décadas a las destinadas hoy a una Yola Berrocal o a un Luixxy Toledo-, se puso serio y nos contó sus penalidades en Argentina, como dormir en un cubo de basura -lugar idóneo, por otra parte, para alguien que practica con tal denuedo el periodismo basuril: si quieres que respeten tus penas y no te respondan con salidas de tiesto como la de Nacho, empieza, pibe, por respetar a quien tienes delante o, al menos, no pretendas que escuche tus batallitas tras haberle espetado tú un momento antes toda una batería de preguntas insultantes, so mamón-). El sujeto, absolutamente fuera de sí, tras la insinuación de Nacho, nos echó de su casa. La entrevista no apareció jamás, por supuesto.

Vuelta a Mantuano y cesión de local fijo... con batería incluido. Lo cogemos sin muchos remilgos y empezamos a trabajar de firme. Sale «La pluma eléctrica» (letra mía sobre un riff de Nacho basado a su vez en el «Shalala» de Micky y los Tonys) y Carlos sigue sin cantar. Pablo, el batería, suple su escasa técnica con un odio visceral por lo que hacemos.

En una inolvidable comida en un chino del Rastro, conseguimos que Eguillor, el dibujante tan ligado a las Vainicas, nos prometa colaborar en la segunda entrega del fanzine. Mientras, Carlos, Manolo y yo parimos sendos cómix y el primer cuaderno de Kaka se vende como donuts en el Rastro y algunas tiendas (bueno, bastantes: Tony Martin, Aldecoa, La Oveja Negra, Discobarsa, Cinestudio Griffith, Forum, etc) pese a no recibir el menor apoyo crítico.

¿De qué iba exactamente el número?... Eso, música y cómix. Música: noticias fusiladas de revistas inglesas por Nacho y Olvido, un par de temas de Ramones con letra y posturas para sacar en guitarra, un dossier Bowie con una completísima lista de su discografia y una relación de material punk aparecido en nuestro país. En cuanto a cómix, se incluía material de Don Martín procedente de «Mad», tiras de «Florita», una historieta de Eguillor aparecida en «Mundo Joven», algo de Crurnb y del gato de los Freak Brothers, más el material propio. La cosa se completaba con un cuento mío y una portada antológica de Carlos, reproducida posteriormente en el «DiscoExpress». Sin duda, la publicación poseía un interés, tanto en contenido como en imagen, mucho mayor que el resto de la prensa contracultural, la cual daba a finales del 77 sus últimas coleadas como movimiento coherente para pasar a las micro-revistas oligo de un solo número y otras pajas, minuciosamente reseñadas por «Star» en un alarde irónico-masoquista.

Aparte de ensayar y de preparar el segundo número del fanzine, las semanas de Kaka transcurrían con algo más de método. Por ejemplo, los viernes nos reuníamos en casa de Olvido, a bastantes pisos sobre el VIP'S de Princesa, y veíamos todos juntitos el «Popgrama» y los Teleñecos, tragando patatas con cachup, caramelos de goma y muchas latas de Coke. No sólo estábamos los del grupo -salvo Pablo y Enrique-, sino unas encantadoras amiguitas del colegio de Olvido llamadas las Carpias, cuya aspiración era atracar en las esquinas a señores con loden. También se nos pegaba bastante Bemardo Bonezzi (frustrado por no haber sido admitido en La Liviandad cuando ésta tomó giros musicales) y nos machacaba en el pick-up sus cuelgues del momento (Doors, Stooges, Zappa) o nos mostraba sus primeras canciones, con letra en plan Velvet a base de mucha sangre, siniestrez y oscuridad. Y los domingos montábamos tenderete en el Rastro, donde vendíamos la revista, discos, prensa musical inglesa, ropa usada y piedras pintadas por Carlos y Manolo. Pronto se convirtió en uno de los puestos más animados.

¿Qué hacíamos además del grupo?: bueno, la mayoría estudiaba (Olvido, BUP; Carlos, Derecho; Nacho, Biológicas; luego estaba Enrique, que trabajaba en el drugstore de su padre -el de Velázquez- como encargado del burger; y, por último, Manolo y yo, que no hacíamos nada -o sea, Manolo dibujaba y yo alternaba mis pinitos en la narrativa con rollos periodístico/sociales, como cartas al director, entrevistas a los homosexuales concienciados del FLHOC, artículos sobre las Vainicas, contactos con cofradías más o menos falangistas y lecturas intensivas de libros incorrectos-).

Veamos ahora la cosa de los seudónimos: aparte de Olvido «Alaska» (por la frase «hace frío en Alaska» del «Caroline says» de Lou Reed), Sir Henry y mi zurdez, Manolo optó por su apellido Campoamor (glamouroso de por sí), Nacho se bautizó «Zink Alloy» en memoria del a la sazón recién fallecido Marc Bolan (uno de sus mayores mitos -al menos, por entonces-), y Carlos se transformó en «Darío Castro», cosa que no le sirvió de nada, ya que se corrió como la pólvora que un hijo de Berlanga estaba metido en asuntos punk. También hay que señalar nuestras fuentes de subsistencia para ir haciéndonos con un equipo algo decente. Estaba la venta en el Rastro y los quinientos ejemplares del fanzine más un proyecto ambicioso pero fallido de cintas caseras con todo el material discográfico que poseíamos, unos cinco mil álbumes o más. Este proyecto lo intentamos desarrollar por medio de unos catálogos impresos que podían pedir los lectores de Kaka a un apartado postal heredado de La Liviandad... Apenas hubo demanda y la cosa no prosperó.

Y ya situados los detalles básicos de infraestructura, vida cotidiana y look del grupo, volvamos a la carrera, tras la presentación en el pub y la aparición del primer cuaderno kakoso.

Aprovechando lo relativamente establecido de nuestra situación, con local y batería fijos, nos dedicamos durante un tiempo a ensayar en firme, perfilando un total de ocho temas con los que llenar unos cuarenta minutos de actuación. Se alternaban los flashes supercortos («Yo no quiero caminar contigo» o «La pluma...») con cosas más largas y barrocas (casi todo lo arreglado por Enrique) pero logramos algo importante de cualquier modo: ser el grupo más rápido de España, sin desmerecer en velocidad de nuestros mentores máximos en aquel momento, los Ramones (esto es un moco, pero me gusta).

···

Por fin, el 8 de enero del 77, de la mano de Mikel Barsa, actuamos en Aluche junto a Cráter y Don Falismin. Fue una actuación muy superior musicalmente a la primera, cosa que no pudo apreciarse gracias al descarado boicot que desde la mesa nos hicieron los Falismin de marras, estrellas del concierto según propia opinión. A pesar de todo, la gente alucinó bastante con el rostro maquillado en blanco de Manolo, la estática mala leche de Nacho, el aspecto punky/Temple (por Shirley -¿cogen la gilipollez?-) de Olvido, los disfraces faroleros de Enrique y mi cojera (acababa de torcerme un tobillo justo al entrar en la sala, lo que acentuó aún más mi aura de aquellas fechas -monstruoso feto híbrido entre Tip y Steve Harley-). Aquella tarde, unos cuantos temas se elevaron para la afición a la categoría de himnos -«Pero que público...», el tema de Ramones, «La tentación» o «La pluma...»- y yo di rienda suelta a mi manía de tirar objetos diversos al público, sobre todo libros y aviones de papel (manía que abandonaría tras tirar vísceras de animales en el frustrado concierto de Pop Deco del 81, porque sólo hubiese podido superarse la cosa emulando a Freddie Krueger -emulación inviable en el campo de la escena poprockera por molestos condicionantes legales: aunque no sé si Boyd Rice me podría asesorar al respecto...-). Ordovás nos dedicó la columna habitual y Madrid se empezó a preguntar qué éramos. Carlos seguía oculto tras las candilejas y no había fuerza divina que lo sacase.

Vista nuestra consagración, nos decidimos a lanzar la segunda entrega del fanzine, mucho más punk que el primero. Ya empezando por la portada, obra de Manolo, basada en los fanzines nuevaoleros londinenses. En el apartado musical, ofrecimos un suculento programa: la habitual sección de noticias, un artículo sobre punk en Suiza, un mini-dossier Ramones, un trabajo sobre las Vainicas y una merecida loa a «DiscoExpress». De material fumettoso, el prometido original de Eguillor, «Florita», Don Martin, el gato de los Freak Bros, una divertidísima historia sobre psicópatas asesinos titulada «Zoonoz», y los cómix propios, destacando el space-ópera de Manolo: «El caballero más romántico del espacio», muy Vadim (habíamos ido a ver «Vampirella» a un cine cercano a la plaza de Atocha y nos prendamos de La Reina Negra), muy Morrissey (ciclos en la Filmoteca -sita por aquel tiempo en el Covadonga y dirigida por el padre de Carlos-), muy «Rocky Horror Show» (otra de nuestras liturgias -desde entonces, siempre he considerado al Tim Curry del film como una de las caras de Dios-).

Ramoncín hizo su presentación en el Barceló (más tarde Pachá), tras su firma con la EMI, y comenzó su decadencia (o su irresistible ascensión -a lo Arturo Ui, se entiende-) con el show de los huevos y su liason con Umbral escribiendo en «La Codorniz». Sus incondicionales en Kaka, Nacho y Olvido, pidieron el divorcio y Carlos sentenció cue su voz en disco se parecía a la del pato Nicol (sí, el de Mari Carmen y sus muñecos). Una vez más tenía razon. A finales de enero hicimos nuestra tercera actuación, en un gimnasio de San Blas, con un público deliciosamente teen. Manolo, con «La tentación», se consagró como sex simbol ante las colegialas. Estrenamos un nuevo tema, «¿Y por qué no?», mío y del guitarra solista, con letra apocalíptica y aire blues, que acababa con mi muerte en escena. A nuestra cohorte de fans escogidos se sumó una compañera de colegio de Bernardo, con porte altivo, espigada androginia y cara de Tadzio, llamada Betta, que fue seducida ipsofacto por Manolo.

Durante el mes siguiente los ensayos se sucedieron, así como las ventas dominicales y, pese a no actuar, resultó un mes agitado: iniciamos conversaciones con el sello Chapa (formado en un principio por Ordovás y el Mariscal Romero -nuestro Job perdería la paciencia y se desmarcaría rápido del business, saturado de la macarrez de su compadre-), que acabaron en firma de contrato; sacamos tres temas nuevos, «Viva el Metro» (siguiendo una sugerencia de Nacho de hacer rnención a la reciente subida de tarifas, consejo al que dimos forma entre Enrique y yo), «Toca el pito», (primera composición de Nacho y Carlos), y «Rosario» (con letra de Manolo y música de Nacho y Olvido); se intentó montar una cosa dedicada a Makoki que yo había publicado en forma de cómix en «DiscoExpress», pero la dificultad de su ejecución hizo imposible el proyecto (tiempo después, yo lo montaría con Paraíso). De cualquier modo, se logró algo importante: que Carlos cantase de una repajolera vez (que ya era hora, recórcholis).

En marzo actuamos en Psicología con un agüero más bien funesto: al público no le gustó la cosa y nos llamó «imperialistas» e «integrados» (la mayor parte hoy andarán orbitando con el PSOE o, mejor, con el PP y defendiendo la Tercera Vía de Tony Blair -pronúnciese a lo Tele Guiñol-), a lo que yo respondí con los habituales libros, aviones, imperdibles y bombas de mano; aparte, el sonido resultó espantoso debido a la resonancia del local. Como colofón del día negro, los Leño, que tocaron después, se electrocutaron bastante y tal. Maravilloso todo. Entre el 31 de Marzo y el 2 de Abril hicimos tres días seguidos en el Colegio Mayor Loyola, junto a Cucharada y Roque Narvaja. En esta ocasión, la cosa sonó bastante redonda y puede considerarse la puesta de largo del grupo. El público resultó no poco heterogéneo y menos tonto que de costumbre. O sea, que le gustamos. Como único detalle triste del evento, unos gitanos le robaron a Olvido el bolso.

El resto de abril no estuvo mal. Dos actuaciones, una en el San Isidro, donde estuvimos a punto de defenestrar a los organizadores porque no querían pagar, y otra en Teleco, con Magna Mater (después, Mamá) y alguna otra gente. Se estrenaron temas nuevos como «Sé una chica de hoy» (tema mío), «Me aburro» (de Nacho -amuermado porque le había llegado la notificación de la mili), «Nosotros somos peligrosos sociales» (de Manolo y Enrique) y el último que sacamos, «Alarma» (otro apocalipsis privado de mi cosecha con música inspirada en la sintonía de «Mazinger Z» y un arreglo de 6 minutos -intentando acercarse al «Polices and thieves» de los Clash o al «On the run» de Eddie and the Hotrods-). En las actuaciones del Loyola y el San Isidro hizo coros Pablo Gazme, punky doiiostiarra que, poco después, se suicidaría. Finalmente, grabamos la primera maqueta kamikaze (todo el repertorio en... 2 HORAS!!!) bajo la undervisión (lo de supervisión sería un chiste macabro -dado que su único cometido fue rascarse el paquete y azuzarnos para que fuésemos más rápido y así ahorrar horas de estudio-) del Mariscal. Olvido pasó la Semana Santa en Londres y volvió cargada de cosas, empezando por una influencia que le sería capital a corto plazo: Poliestyrene, la licenciada en Bioquímica líder de X-Ray-Spex.

Mayo, sin duda, es nuestro mes. Se graba el ep, es decir, «Rosario», «Toca el pito», «Viva el Metro» y «La pluma...», y Enrique tiene la feliz idea de firmar las canciones colectivamente (siete personas), con lo que las ganancias kakosas de Autores, que nunca han sido muy allá, de esta manera se convirtieron desde el primer momento en un eufemismo. La grabación fue caótica, llegando a pedir consejo el Romero a un amiguete que estaba allí de mirón sobre el asunto de las mezclas. Este caos lo aprovechó inteligentemente nuestro guitarra solista para meter mano en las mezclas de «Viva el Metro», consiguiendo uno de los sonidos de punteo más sucios del poprock español. Yo canté afónico y el espectro de Ramoncín cabalgó de nuevo sobre mis cuerdas vocales.

Pero pasemos a las actuaciones. El 13 de mayo, en el Nuevo Ateneo, con Mermelada, con Ceesepe dando la murga con un tambor y una armónica (hay que agradecer al Mariscal el pararle los pies cuando intentó tocarla en el disco -obviamente, Kaka de Luxe, como cualquier otra historia en la que yo anduviese involucrado, le importaba un carajo: la cosa era chupar plano; ya estaba despegando del underground al estrellato de grafista postmoderno...-), yo, cabreadísimo, y el sonido, horrendo. Una semana antes habíamos hecho acto de presencia en la primera selección del Villa de Madrid y la estatua de Colón bailó con «Rosario», según aseguran Ordovás y otros testigos presenciales. El 15, la Final, Kaka de Luxe en la Casa de Campo, emoción, suspense, polémica y, lo increíble, el alcalde José Luis Alvarez le da un besito a Olvido acompañado de un trofeo horrible que ponía «II Premio». El resto de los grupos intentó linchar al jurado, al alcalde y a los propios homenajeados y, con el cheque de guarnición al trofeo y al beso del alcalde, volvimos al centro a toda velocidad, no fuera que se arrepintiesen. El 20, el PTE (poco después, engullido masivamente por el PSOE -pero en aquel momento aún tirándose el moquito de la extrema izquierda y los resabios maoístas-) nos metió vilmente engañados en una fiesta privada (nadie nos había advertido que era un acto partidista) y descargamos con bastante mal yogur por la manipulación, cantando yo el «Pero que público más rojo tengo» (convenientemente protegido detrás de un bafle) y arreando guitarrazos Olvido (en pleno subidón anticastrista) contra los que intentaban hacerle juicio popular (me acuerdo de su surrealista frase: «¡¡¡Terroristas, que sois todos del GRAPO!!!»). Nacho cogió el primer macropedo cervecero de su vida y Alberto García Alix nos hizo lindas fotos. A la semana siguiente, tocamos en Moratalaz al aire libre y llovió. Fue deprimente. Los tres últimos días del mes hicimos presentación de gala en M&M junto con la primera formación de los bernardescos Zombies. Nos fue a ver la vainica Carmen Santonja, nos filmaron, Juan Pablo Silvestre intentó seducirnos en el camerino, Nacho salió con la chaqueta que su padre se había comprado en Miami, yo hice stríptease tras una dosis de bloody mary, Carlos volvió a no querer salir, Manolo estrenó su traje transparente (chaqueta, camisa, chaleco, corbata y pantalones de plástico transparente confeccionados por su hermana, con lo que el público sólo veía más allá de los reflejos del plástico como única prenda un tanga atigrado), Olvido su malla de leopardo y, en definitiva, la gente nos amó y odió un poco más.

Hagamos un pequeño lapso en la frenética danza de la fama para ver cómo iban las cosas en la trastienda. Empecemos por Nacho, que, cada vez más traumado por la inminente mili, se volvió un poco hostil, alejándose de la cada vez más creciente sofisticación que nos estaban inoculando por momentos las amistades de Manolo, ya libre de Betta (que había pasado a otro Manolo, el de Cucharada -o sea, Manolo Tena-). Estas amistades se agrupaban en dos carpetas: por una parte, las Pepis, reducido grupete de pintores, escritores y bon vivants (por usar un eufemismo amable), que enajenaron a Carlos y a Manolo, disociando el núcleo kakil; de estas Pepis se puede destacar como único sujeto válido (o sea, con cierta personalidad y sin vocación amebiana) a Juan Pérez de Ayala, y el resto fueron pegándose corno lapas a distintos sujetos de la nueva ola, logrando uno de ellos (Miguel Ordóñez, ni pintor, ni escritor, luego...) situarse como «señor-que-da-al-botón-de-la-caja-de- ritmo» en los Zombies; además de las Pepis nos encontrarnos que irrurnpen con inusitada fuerza una extraña pareja, Javier «Teresa» Hamilton (hoy Javier Furia) y Fabio de Miguel. Si las Pepis habían tenido una incidencia fuerte en las relaciones personales de] grupo, Javier la tiene en el aspecto profesional, entrando como corista porque sí. Inicialmente, hizo una fugaz labor de management, buscándonos alguna cosilla y haciendo proyectos para un futuro en el que tanto Nacho como Enrique estarían con el fusil al hombro. Todo esto a mí me alejaba vertiginosamente de Kaka (ya he mencionado antes mi grima por la mariconería bufa e intrascendente; si se va de desenfrenado, que se aspire, al menos, al bigger than life: Tim Curry en «The Rocky Horror Show», los morritos de Sebastian Flyte en «Retorno a Brideshead», Bowie en general -teóricamente, el primer objeto de emulación de Olvido-, las fiestas privadas de Tommy Lee Jones -too much golden, golden- en «JFK» o mecenas bávara de Wagner pero no añadamos más caspa de la que ya asola el mundo), ayudado por mis mogollones ideológicos (en realidad, no importa la calidad de esos mogollones: si en vez de falangismo, me hubiese interesado en aquel momento por el maoísmo o por los abertzales -como me ocurriría mucho más tarde-, el desencuentro habría sido idéntico; tal vez el único punto de sintonía políticamente hablando se habría producido de darle yo bola a Olvido con su anticastrismo -el único momento en que asumía una postura política y perfectamente lógico dadas sus circunstancias familiares: ahora, como estudioso de Ayn Rand lo puedo entender mejor que cuando nos tratábamos- pero, sin emocionarme Castro en lo más mínimo -ni antes ni ahora-, el mundo de Miami me daba -y continúa dándome- aún más repelús). A todo esto, Olvido se mortificaba con el alejamiento de Nacho y estaba cayendo en una neurosis galopante. El grupo estaba tocado del ala.

La decepción que tuvimos con Chapa y su ínclito Mariscal no ayudó en absoluto a levantar los ánimos. No había dinero para sacar nuevos fanzines y la actividad gráfica se detuvo. Y el ganar el Villa de Madrid nos convirtió en un blanco fácil para nuestros detractores, que aprovechaban nuestro auge para arremeter, como si nuestro caso fuera el de Ramoncín, y no había comparación posible. La portada del disco fue idea de un fotógrafo de la casa, que nos impusieron en vista de la tardanza de Carlos en presentar un proyecto. Bueno, la trama rosa de la cubierta se inspiró en un boceto suyo, pero era mejor el boceto. La bilis acumulada hizo que nos fijásemos más en lo malo, o sea, en Pablo, el batería. La idea de botarlo, estrangularlo o, simplemente, abandonarlo en un portal, se nos metió poco a poco en la sesera. Los problemas que tuvimos en la grabación para que llevase el ritmo sin patinar demasiado fueron asaz fuertes, llegando el Romero a la histeria y nosotros al asco.

En junio salió el ep, a la vez que el single de Mermelada, y, al oírlo, la bilis empezó a desbordar nuestras mentes. Una sensación de fracaso nos agotaba: la media de cretinos nos acusaba continuamente de bluff, y, encima, nacía una competencia muy directa con los Zombies, el segundo grupo de nueva ola tras nosotros. Javier nos buscó una actuación en Nerón, un club gay, donde nos fue a ver la madre de Olvido con sus amigas y donde hicimos el «Pero que público más rosa tengo». Hubo intentos de actuar en el Gay Club pero no se consumaron. Días antes, habíamos actuado en el Nuevo Ateneo y en un colegio de Cuatro Caminos con Cucharada. Hubo coqueteos con LACOCHU para que nos buscasen actuaciones en verano (coqueteos que acabaron mal -tal vez por la condición, tanto de Olvido como mía, de escindidos de dicho colectivo cuando montamos La Liviandad...-). El 22 volvimos a M&M y el 24 actuamos por primera vez fuera de Madrid: la cosa fue en Castelldefelis, en un camping, junto con Melodrama, Els Masturbadors Mongolics, La Morgue y otros punks del nordeste. «DiscoExpress» nos hizo una entrevista de una página en plan balance y «Ajoblanco» otra (como equipo gráfico, sobre el fanzine). «Star» dijo alguna grosería (firmada por un@ tal Estrella La Muerte) sobre con cuál de sus tetas tocaba Olvido la guitarra y Carlos se fue de vacances, entrando como coristas, aparte de Javier, Juan Luis Lozano (luego en Paraíso) y Carlos Entrena (también más tarde en Paraíso y posteriormente líder de Ejecutivos Agresivos y Décima Víctima) junto con su hermano Sergio.

Se ensayaba cada vez menos. Llegó julio con la marcha al cuartel de Nacho y Enrique y la entrada provisional de Bernardo como guitarra solista. Intentamos echar a Pablo y por poco nos echa él a nosotros gracias a la abulia dialéctica con que se le expone el asunto (le vinimos a decir, a ver si colaba, que «íbamos a disolver el grupo» a lo que respondió que «no importa, yo sigo con él» -un poco lo del tigre y Pedro Picapiedra gritando «¡Wilma, ábreme!»-). Javier, con su hiperactividad gay, parecía haberse convertido en el líder y yo decidí dejar el grupo en septiembre. Incluímos en el repertorio varios temas de Zombies, tiramos casi todos los de Enrique y trasformamos, arreglada por Bernardo, en reggae «La alegría de vivir». Bonezzi era el único músico auténtico en una Kaka agonizante y, si tenía alguna espinita de cuando La Liviandad..., se la estaba sacando a pulso. Después de las tensiones sufridas, julio y agosto fueron simplemente un dulce pasar. El día 13 y 19 de julio hicimos las últimas actuaciones: en un party de los comuneros castellanos en Peñafiel junto con Cucharada, La Fanega y Agapito Marazuela (la gente no se cree este elenco cuando lo comento), dedicando el show a Elvis, recién muertito; la otra fue en Soria, con Burning, ante un público con tapas de water en el cuello que intentó agredirnos a la salida por un pique con Bernardo. Este se portó bastante bien en el tiempo que nos acompañó, ayudándome a sacarle la pasta al tío de Peñafiel, que, cómo no, se excusó a la hora del pago. El broche irónico fue el «DiscoExpress» de agosto, con un maravilloso reportaje de cuatro páginas sobre Olvido, una Olvido eufórica y sonriente cuya relación con el original en aquellos momentos era sólo... mera coincidencia. Pero, tras mi marcha, el resto pertenece ya a la génesis de Alaska y los Pegamoides.

Monday 30 November 2009




Alaska Y Los Pegamoides, Biografía
En septiembre de 1978, Kaka de Luxe agoniza: Nacho Canut y Enrique Sierra están en la mili, Fernando Márquez acaba de dejar el grupo, Manolo Campoamor es también llamado a filas... en Madrid sólo quedan fijos Alaska, Carlos Berlanga, Javier Hamilton (el nuevo e hiperactivo coristo) y Pablo Martínez (el batería), del que no sabían muy bien cómo deshacerse. Carlos flirtea con el proyecto de Paraíso y Olvido está dispuesta a olvidar en un internado inglés.
Pese a que pudiera presagiarse lo peor, la situación se reconduce ligeramente: Manolo finalmente ha de cumplir el servicio militar en Madrid, Olvido lo que olvida es su idea de recogimiento, y Pablo es expulsado al fin, reclutándose a Álvaro de Torres, ex-Pájaro Humano, amante de la salsa y el jazz-rock, para la causa.Por aquel entonces, contando también con la ayuda de los Urquijo (Javier a la guitarra y Enrique al bajo), se sigue dando aún algún que otro concierto bajo el nombre de Kaka, como el celebrado a beneficio de los huérfanos del recién fallecido Syd Vicious junto a Nacha Pop y otras bandas como Flor de Basura, Cliche, Osopunk y Pene, más dedicadas a armar camorra en el Penta y a agredir a Eduardo Haro Ibars cuando los sacaba en Triunfo. Pero es así como, partiendo del material ya existente, se empieza a gestar el reciclaje de la banda, a cuyo repertorio pronto se iba a incorporar el que se puede considerar primer tema de esta nueva etapa: el sublime “Bote de Colón” de Carlos Berlanga, reflejo absoluto del giro estilístico experimentado por la formación (cuyas intenciones e influencias serían recogidas por Ordovás en aquel extenso reportaje donde unos irreverentes Paraíso asomaban la cabeza sobre el resto) hacia un pop mucho más sintético y artificial. Así pues, en noviembre se decide poner fin oficialmente a Kaka, comunicándosele la noticia a Enrique, que aún seguía sirviendo a la Patria. La disolución deja durante un mes al nuevo ente sin nombre, hasta que a Carlos se le ocurre bautizarlo como Alaska y los Pegamoides, muy al estilo de otras bandas referentes de la época (como Siouxsie and the Banshees) y un poco en homenaje al blandiblup.Se empieza a trabajar en la creación de nuevos temas ampliando el repertorio, hasta que, por fin, en enero de 1979, hacen el debut oficial en un instituto junto a Nacha Pop.Los dos años de rodaje de la mayoría de los componentes de la banda no han pasado en balde, y, en poco tiempo, ya se estarían encargando de bajar los humos en Aluche a unos aún camuflados Paraíso. Pero, aunque esta agresiva competencia ejercía de Leitmotiv común, la verdad es que las cosas seguían más o menos igual que en la última etapa de Kaka, siendo el cambio de nombre casi lo más significativo en una formación donde tan sólo en los permisos de Nacho la nueva identidad del grupo parecía florecer. Como en la presentación oficial de los Paraíso en el Teatro Martín, en la que por cierto, gracias a un anuncio, se incorporaría como guitarra de punteo a Poch, amigo donostiarra de los paradisíacos hermanos Entrena que hacía cosas realmente extrañas con las seis cuerdas.La presencia en la banda de Poch, sin embargo, se puede considerar de anecdótica, pues repartiendo su vida entre Madrid y San Sebastián, tan sólo unos meses después sería reclutado por Carlos Entrena al abandonar Paraíso, para formar en unión demente y delirante aquellos Ejecutivos Agresivos.La realidad era que el estado de abulia, más evidente y sin retorno en la figura de Manolo Campoamor, les seguía invadiendo de tal modo que, Javier Pérez-Grueso (el antes conocido como Javier Hamilton, quizás ya por aquel entonces Javier Furia), decide cambiar de rumbo ante la incertidumbre del proyecto, siguiendo el de Enrique Sierra hacia uno con aparente mejor augurio: Radio Futura.Sin embargo, Nacho vuelve definitivamente de la mili en septiembre del 79... y las canciones empiezan de nuevo a brotar como setas en otoño. Se versionan dos sintonías de series de TV (“Mundo indómito” y “Departamento de Asuntos Archivados”) y se crean numerosos temas propios, bien a manos de Carlos (“No sé por qué”), Nacho (“La ardillita”) o ambos (“Otra dimensión” y “Leslie es una médium innata”), siendo el tándem una buena fórmula de trabajo, aunando la musicalidad pop del primero con los textos irónicos y paranormales del segundo.Olvido se hace con una pequeña caja de ritmos, acelerando la salida de Álvaro de Torres, quien a decir verdad no encajaba muy bien en un grupo totalmente nuevaolero como este. Nuevos tiempos, por tanto, energías renovadas y flamante local de ensayo a compartir junto a Bólidos y Paraíso, contando con los Ejecutivos Agresivos como vecinos.También savia nueva (en una fiesta organizada por los Radio Futura, Juan Luis Vizcaya, batería de las huestes de Carlos Entrena, huye hacia las redes pegamoides y, en el colmo de la locura, se incorpora al saxo Javier de Amezúa). Todo este aire fresco no es suficiente para las inimaginables cotas de desidia que Manolo Campoamor llegaría a alcanzar -quienes tengan posibilidad de ver el primer programa de La Edad de Oro pueden hacerse a una idea-, quien poco a poco va siendo relegado por un Carlos que, tras haberse lanzado en su coqueteo paradisíaco, pasa a cantar como solista muchos de los nuevos temas.Por otra parte, el estado de Manolo comienza a ser una lacra, tanto en la maqueta que graban para Popgrama, como en los sucesivos conciertos, por lo que se decide prescindir de él sin originarse la menor polémica entre ninguna de las partes. Manolo pasaría a Neopreno, y acabaría dejando la actividad musical por desinterés hacia la misma.También se decide dejar de contar con el saxo, quien curiosamente renacería de nuevo ayudando a construir su muralla china a los Zombies.A principios de 1980 se graba una nueva maqueta, esta vez ya para Hispavox, en la que Carlos interpreta todos los temas, consistentes en “Odio”, “Horror en el hipermercado” (nueva joya del tándem) y “La alegría de vivir” versión reggae, con tan buen resultado que se firma por un año de la mano de Capi, su ahora nuevo manager.Siguiendo su evolución plasticosa, se decide incorporar un teclado, por lo que Alaska en una actuación busca entre el público a alguien que supiera tocarlo: allí estaba Ana Curra en primera fila, estudiante de Conservatorio y fan total de Pegamoides. La entrada de Ana provocaría el regreso del batería, Juan Luís Vizcaya a Ejecutivos, disconforme con la adquisición de la teclista.De entre estos últimos movimientos de inestabilidad hacia el asentamiento cabe destacar uno que a la postre sería cuando menos decisivo en el devenir del grupo: Alaska, cansada de su silenciosa labor tras las cuerdas, decide asumir el rol de cantante solista, menester que si bien no es que hiciese mejor, había comenzado a desarrollar junto a los Paraíso como corista, y había degustado ya del todo haciendo de Bom en el rodaje de “Pepi, Luci, Bom y Otras Chicas del Montón” (Pedro Almodóvar, 1980) (donde por cierto sólo aparecen Olvido y Carlos por negativa de Nacho a sumarse a la corte plumosa de Almodóvar).La primera actuación de la que ya puede considerarse Pegamoides, en el famoso homenaje a Canito, resultó bastante caótica. En ella, el grupo tocaría por primera y única vez con caja de ritmos con resultados bastante discutibles por culpa de la mesa de mezclas. Los agudos emitidos por Olvido hicieron las delicias de los críticos más fieros y a la nueva teclista apenas se la oyó.Tras dar de lado la caja de ritmos, se busca batería. Así es como ingresa en la banda Eduardo Benavente, cantante procedente del grupo de pop Plástico, con un single ya en su haber, y que, pese a no saber tocar la batería, se adapta rápidamente al nuevo rol.Olvido cae enferma de sarampión y la casa discográfica, más agradada con las capacidades vocales de Carlos plasmadas en la maqueta, aprovecha la circunstancia para intentar convertirla en una cover girl, provocando que ésta incluso deje la banda, aunque tan sólo fuera por una tarde. El grupo se encuentra en plena forma, manteniendo durante cuatro noches uno de sus mejores sonidos en escena en el mítico teloneo a las Modettes en el Martín. Este teloneo, aparte de ejemplo para ilustrar el nivel que habían adquirido ya por aquel entonces, conlleva además un punto de inflexión determinante: Eduardo liga con una de las modettes y viaja junto a ella a Londres, experimentando la primera de sus mutaciones.Las discrepancias se agravarían tras una nueva visita de Eduardo a Londres, con Ana Curra y Olvido, en la cual experimenta su segunda mutación, más radical si cabe, hacia posturas afterpunk, góticas y siniestras: Bauhaus, Killing Joke y sobre todo, Siouxie. Eduardo no sólo ha importado un nuevo estilo musical sino también su violencia y sus broncas (de entre las cuales destaca la de Eduardo y Olvido contra Ramoncín y Diana Polakov en la sala El Sol por el “Sé una chica de hoy” de Paraíso) siendo este momento el más punk, estrictamente hablando, de la banda. Los primeros temas oscurillos empiezan a salir a relucir, estrenándose la claustrofóbica “Quiero salir” (letra de Nacho, música de Carlos y Olvido) en una fiesta organizada por Dezine en El Sol.En este nuevo ambiente de tinieblas se comienzan a grabar nuevas maquetas para el segundo single (el grupo tiene la idea de grabar sólo EP) y las relaciones entre casa y grupo se hacen más tirantes que nunca. Carlos amenaza con abandonar el grupo, y establece dos condiciones para seguir: que se eche a Eduardo y que Nacho enmudezca ante los medios y la casa de discos.En diciembre, tras grabar para el espacio televisivo Gente Hoy, el grupo se disuelve. Nacho y Eduardo deciden formar, junto al hermano del segundo, Javier, y a uno de los hermanos del primero, Johnny, Parálisis Permanente.Pero Ana y Olvido logran acercar de nuevo a Nacho y resucitar Pegamoides, con la idea de que, cogiendo otro batería, Carlos cedería. Sin embargo, los baterías no salen y los que salen, no valen. Eduardo acaba volviendo al redil, sin abandonar, eso si, sus otros proyectos musicales.A comienzos del 81, Hispavox ha de renovarles contrato... y sólo lo hace con Olvido, Ana Curra y Carlos, figurando Nacho y Eduardo como músicos de sesión. Esto perjudica la promoción del disco, liando aún más el embrollo.La afinidad alcanzada entre ambas es tal, que comienzan a componer nuevos temas juntas, tales como “Estrategia militar”, “Redrum” o “Quiero ser Santa” (este último popularizado por Parálisis Permanente), canciones que, para más inri de Carlos, son de evidente calado gótico. Carlos abandona definitivamente el grupo.La casa comienza a estar ya más que harta de la banda, y todo parece indicar que Pegamoides va a pasar a mejor vida. Pero Carlos Juan Casado (encargado de las relaciones entre grupo y casa) guarda aún un as en la manga: un tema nuevo que había compuesto Berlanga, titulado "Bailando", muy bailable y radiable. Casado convence al grupo para hacer una versión en inglés para presentarla a los directivos de Hispavox. Escépticos y hastiados, les explica que es algo totalmente nuevo, que será un bombazo. Tras la audición de "Dancing" quedan tan entusiasmados, incluido el director de la compañía, José Luis Gil, que Hispavox ya no tiene excusa para promocionar al grupo en el lanzamiento de su primer LP.Ana y Eduardo cada vez están más volcados en su propio proyecto musical, Parálisis Permanente, y, sumergidos en ese halo de autodestrucción se introducen en el consumo de heroína, hecho que no es del agrado de Nacho, que abandona la formación paralela, dejando a ellos dos al frente del proyecto.Los Pegamoides todavía tienen algunos conciertos contratados, así que se decide editar un flexi “En el Jardín / Volar” (Hispavox, 1982) de despedida para regalar a los asistentes de los mismos en Madrid, que se celebran en la Escuela de Caminos en noviembre de 1982.Con el fin de Pegamoides y tras las buenas ventas del “Grandes Éxitos”, Hispavox sacaría en ese mismo año un fantástico LP "Alaska y los Pegamoides" (Hispavox, 1982) que prácticamente recogía todos los singles y Caras B que no habían tenido sitio en el primer larga duración de la banda, así como los temas del flexi de despedida.Sin embargo, el último concierto de Pegamoides se celebraría el 26 de noviembre de 1982 en la sala Yoko Lennon's de Bilbao, siendo acertadamente editado por Subterfuge en el 97, “Llegando Hasta el Final” (Subterfuge, 1997) (aunque el 1 de marzo de 1983 se reunirían de nuevo en la 1ª Fiesta de Diario Pop para tocar en la legendaria sala Rock-Ola de Madrid, excepto Carlos Berlanga que estaba haciendo el servicio militar en Canarias).
Publicado por El Psikiátrico en 22:34

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